martes, 21 de julio de 2009

Conociendo y conociéndome

En menos de 48 horas estaré viajando hacia mi querida y añorada isla, donde me espera gente que me quiere y a la que quiero, lugares conocidos en los que me encuentro cómoda, lugares que me traen recuerdos a la mente. Siendo así, y después de las últimas dos semanas de clima lluvioso y grisáceo, hoy que ha salido un sol radiante, he decidido coger la bici e irme de paseo, ya que parecía que sinó iba a decepcionar a tal inmejorable tiempo.

Cuando voy con la bicicleta por éstas calles, algunas conocidas y otras menos, en las que no suele abundar mucha gente ni otros conductores (ya fueran de coches o bicicletas, u otros vehículos), todo me invita a pensar: el viento soplando levemente entre las hojas de los árboles frutales que hay a los lados de los caminos, los riachuelos que me encuentro en una esquina sí y en otra también, los cuervos (que en ésta región parecen proliferar por momentos) que me miran desde el medio de mi camino y pareciera que me quieren decir: "yo de aqui no me muevo, pasa por otra parte"... Pienso, y a ratos también escucho un poco de música, pero éso sólo cuando no quiero pensar. Si por defecto me enchufo al Ipod y resulta que mi mente quiere contradecirme, entonces pareciera que estoy en otro lugar del mundo, y quizá incluso en otro mundo, sólo mío, donde no existe el ruido, ni la luz ni la oscuridad, ni los cuerpos, sólo mis pensamientos.

Hace sólo un par de días añoraba mi pedacito de tierra llamado Mallorca, y hoy recorriendo los caminos de los alrededores de mi pedacito de tierra llamado Alemania me doy cuenta de que tres semanas de vacaciones es igual a añoranza.

Hay algo que sí tengo claro. Éste es uno de ésos sitios en los que me he labrado un hogar, y éso jamás cambiará. Pase el tiempo que pase, siempre podré regresar y sentirme en casa. Y es que con semejantes paisajes rodeándome donde quiera que vaya, cómo podía no ser así?

sábado, 18 de julio de 2009

Añoranza de un pedacito de tierra o el placer de los pequeños placeres

En éstos días medio grises medio azules, en los que sopla el viento a ratos, cuando no lo acompaña una fina y molesta lluvia, perdida en éste rinconcito del planeta y de mi propia cabeza, me permito a mí misma el lujo de sentir añoranza por todo aquello que me espera cruzando el Mediterráneo.

Echo de menos dormir hasta una hora limitada, y tener que irme pronto a la cama por saberme madrugadora al día siguiente, por un motivo concreto, y no únicamente porque me parece mal levantarme cada día cuando hace horas que el sol se desperezó. Echo de menos mi coche, que imagino paradito delante de casa de mi madre, que lo coge únicamente para ir a comprar; no es gran cosa, pero es mío y siempre me ha sido fiel. Y subirme y acompañarme a mí y a mis pensamientos a cualquier parte que me apetezca, solamente por el placer de conducir, con mi música en los oídos y la ventana bajada para que los pensamientos que no valgan la pena no se queden enredados en mi pelo. Echo de menos también ver una puesta de sol porque me apetece, mover la silla con El Principito sentado en mis rodillas y ver el sol caer detrás del mar, y no en las montañas como en éste lado de Europa. Echo de menos no poder dormir de tanto calor, que se peguen las sábanas a la piel como envases al vacío, usar el aire acondicionado o el ventilador porque hace falta y no porque estamos en verano.

Echo de menos dormir en una casa con mucha gente, despertarme acompañada, desayunar en silencio pero en compañía, y saber que caminando 10 minutos llegaré al centro. Echo de menos no tener nada que hacer pero no aburrirme. Echo de menos saber que en un tiro de piedra me voy de visita a casa de mi madre, de mi padre, de David, de mis amigos... Echo de menos pasear por Jaime III, por los alrededores de la catedral, por el puerto, acompañada de mi cámara y mi intuición.

Echo de menos las terracitas de cada bar en cada esquina de cada calle, cervecitas que hay que beberse rápido porque sinó se calientan, y un cuenquito con frutos secos de gorra. Echo de menos ir al cine y entender lo que dicen, encender la tele y no tener que esforzarme, no pensar tanto cuando tengo una conversación con alguien que no conozco. Echo de menos la gastronomía de mamá, de olores y sabores conocidos, de oír ladridos cuando se acerca el coche desde el final de la calle, de siesta después de comer al sol si es verano, bajo una mantita si es invierno.

Aún así, todo hay que decirlo, hay cosas que no echo de menos. No echo de menos estar asentada. No echo de menos no aventurarme, no conocer nuevos sitios ni nueva gente, no ver cosas diferentes. No echo de menos las grandes ciudades, donde siempre tengo la extraña situación de sentirme arropada como en casa.

Es extraño cómo se puede añorar algo y a la vez echarlo de más.

viernes, 17 de julio de 2009

De las similitudes entre España y Alemania

Ayer tuve el placer de ir a una oficina del gobierno alemán, una Rathaus, que se traduce como ayuntamiento, pero no es realmente un ayuntamiento en sí, sinó un "mini-ayuntamiento". No sé si me sorprende o no mi descubrimiento, pero doy fe de que los funcionarios, en Alemania, también son bordes y están amargados. Debe ser una cosa universal, o algo inherente al puesto de funcionario... De todos modos, en mi básico alemán conseguí dar por saco lo suficiente a la funcionaria de labios fruncidos y mirada gris de turno para que hiciera lo que le estaba pidiendo. Y conseguí lo que quería. Puedo decir: Lorena 1- Funcionarios alemanes 0!

miércoles, 15 de julio de 2009

Desde la experiencia

A continuación reproduzco un texto que una vez leí en la revista Namasté, y que me conmovió especialmente. Espero que os guste.

"Disfruta del poder y la belleza de tu juventud.
Confía en mí: dentro de veinte años volverás a mirar fotos de tí misma y recordarás, de una manera que ahora no puedes captar, la cantidad de posibilidades que tenías delante de tí y lo fabulosa que realmente estabas.
No eres tan gorda como te imaginas. No te preocupes por el futuro.
O preocúpate, pero has de saber que preocuparse es tan efectivo como intentar resolver una ecuación de álgebra a base de masticar chicle.

Los verdaderos problemas en tu vida probablemente sean las cosas que jamás atravesaron tu mente preocupada.
Haz una cosa que te asuste cada día. Canta.
Recuerda tus viejas cartas de amor. Tira tus viejos estados de cuentas.
Estírate. No te sientas culpable si no sabes qué hacer con tu vida. Las personas más interesantes que conozco no sabían qué hacer con sus vidas cuando tenían veintidos años.
Algunas de las personas de cuarenta años más interesantes que conozco, todavía no lo saben.

Toma bastante calcio.
Sé amable con tus rodillas. Las echarás de menos cuando se hayan ido.
Quizás te cases, quizás no. Quizás tengas hijos, quizás no.
Hagas lo que hagas, no te congratules demasiado, ni tampoco te regañes.
Aquellas cosas que has elegido son la mitad de las probabilidades.
También lo son las de todas las demás personas.

Baila, aunque sólo puedas hacerlo en tu propia sala de estar.
No leas revistas de belleza. Sólo te harán sentir fea.
Consigue conocer a tus padres. Nunca sabes cuándo se marcharán para siempre. Sé buena con tus hijos. Son la mejor conexión con tu pasado y las personas que probablemente más permanezcan a tu lado en el futuro.

Acepta algunas verdades inalienables: los precios subirán, los políticos mentirán, tú también envejecerás. Y cuando lo hagas, fantasearás que cuando eras joven, los precios eran razonables, los políticos eran nobles y los niños respetaban a sus mayores.

Respeta a tus mayores."

martes, 14 de julio de 2009

Wiesbaden, ciudad spa


Desafortunadamente no puedo contar demasiado sobre ésta ciudad que me quedé con ganas de conocer mejor, después de perder 2 horas caminando arriba y abajo de las mismas calles buscando una oficina turística o un mapa que nos dijera dónde demonios nos encontrábamos!!! En fin, no me sulfuro... Intentaré plasmar ésta hermosa ciudad lo mejor posible.




Wiesbaden es la capital de Hesse, el estado federado donde vivo yo también, aunque mucha gente cree equivocadamente que es Frankfurt. Es lo que aquí llaman una ciudad balneario, y desde su antigüedad ha sido así, gracias a sus aguas termales. La Kurhaus es el edificio que hoy día alberga el Casino, con su impresionante jardín de estilo inglés; pero antiguamente era lo que los alemanes llaman un "balneario de curas". Un sitio donde uno venía a reposar después de un achaque a la salud, una operación, o simplemente a alejarse del estrés de la ciudad. Progresivamente fueron más los que venían a alejarse del mundanal ruido por un breve espacio de tiempo, y los enfermos fueron relegados a los hospitales.




El casco antiguo es, como repetiré hasta la saciedad, tal y como son todos los cascos antiguos de
las ciudades alemanas: edificios barrocos y renacentistas, calles empedradas, muchos jardines, una Marktplatz, iglesias por doquier, fachwerkhäuser... No difiere mucho del plan original.







Una cosa sí puedo decir con seguridad de Wiesbaden: no se vive nada, pero que nada mal. Para muestra, un botón.











jueves, 9 de julio de 2009

Mainz, la casa de la primera imprenta


En Mainz se pueden ver y hacer tantas cosas que un sólo día, como tuve yo, no da para tanto. Te quedas con ése saborcillo agridulce en la punta de la lengua que te dice que tienes ganas de más.





Mainz es la capital de Renania-Palatinado, al sur-oeste de Alemania, justo en la frontera con Hesse (estado federal donde resido yo actualmente). La primera vez que pasé por Mainz, mi estancia (si se puede llamar estancia a hacer transbordo en autobús) duró varios minutos, no llegando a los escasos 5. Era de noche, y tan sólo pude ver brevemente la estación de tren y las luces en las farolas de la calle, pero ya entonces supo cautivarme para dejarme con la intriga de saber más, conocer más.



Como tantas otras ciudades alemanas que se precien de tener cultura e historia antiguas (la de ésta ciudad se remonta a unos 2000 años atrás), su casco antiguo está totalmente adoquinado y tiene la ventaja de ser exclusivamente para peatones. Sus edificios históricos envuelven sus plazas, sus fuentes, sus farolas de hierro forjado, sus callejuelas, se retuercen una y otra vez sobre sí mismas para que cuando las sigas nunca acabes donde en un principio esperabas; y está todo tan bien empaquetado que al llegar te sientes como desenvolviendo un regalo de cumpleaños perfecto. Se entremezclan sus épocas pasadas, recordándote un glorioso reinado, o quizás imperio: fachwerkhäuser entre edificios de estilo rococó, casas y apartamentos del siglo XX, catedrales, jardines, una iglesia cada vez que te das la vuelta...


La Marktplatz (ya anteriormente he comentado que todas las ciudades de Alemania tienen una propia) es quien alberga la Mainzer Dom, una catedral impresionante y exquisita, que envuelve al visitante en un halo de misterio con sus interminables ventanales que arrojan una luz penumbrosa, sus efigies repletas de calaveras morbosas que parecen sonreírte o guiñarte un ojo si te despistas, escaleras que no se sabe muy bien a dónde llevan, cruces de las que brotan destellos dorados y piedras preciosas que parecen proteger de los males del mundo, órganos monumentales que no se sabe si su función es infundir miedo en los fieles o simplemente ser espectaculares.




Caminando por sus callejuelas de piedras redondeadas por el paso del tiempo, los cascos de caballos y las ruedas de los carruajes, uno se encuentra hermosos jardines coloridos hasta extasiar, el museo de Gutenberg, un teatro moderno en una plaza no tan moderna, fuentes indescriptibles de agua muy fría, y si andas mucho y te guías por una buena intuición, se tiene la suerte de llegar al río. El Rin, con su Theodor-Heuss-Brücke (aquí todos los puentes tienen nombres), sus puertas de entrada y salida que antiguamente sí servían para éste propósito, y los encantadores barquitos y a veces no tanto que te dan un paseo mágico por un módico precio.












Repetiría sin duda la experiencia, para continuar empapándome de su cultura.

miércoles, 8 de julio de 2009

La mala suerte



Acabo de recibir una llamada de teléfono. Era mi amiga Susie, es otra au pair de mi zona. Ha tenido que "huír" de su familia de acogida. Llevaba con ésta familia unos 2 meses aproximadamente, de puro infierno. Cuidaba de dos niñas, una de 4 años y otra de 7. La mayor por suerte no supone mucho problema, pero la pequeña es una terrorista. Araña, muerde, pega, patalea, salta por todo y por encima de todos... Grita, llora, dice palabrotas e insulta a mi amiga. Lo peor no es éso, sinó que los padres tienen una excusa para todo comportamiento inaceptable. Y encima la madre es bipolar. Susie ha tenido que aguantar cosas tales como:

- despertarse una mañana que supuestamente tenía libre, alertada por los gritos de las niñas, que están completamente solas en casa, porque ambos padres han salido sin avisar.

- ir a ducharse para arreglarse para salir por la noche y encontrarse con que de repente los planes han cambiado, y tiene que quedarse a cuidar de las niñas.

- tener que llevar a las niñas a sitios a más de media hora de camino andando, ya llueva o haga un sol de justicia, porque los padres no tienen tiempo para acercarlas en coche, para al volver darse cuenta de que ambos padres están tirados en el sofá escuchando música.

- confirmar y reconfirmar cosas como "mañana tienes el día y la noche enteros libre", "ahora mismo no necesito que te quedes con las niñas", "no hace falta que limpies eso" para encontrarse 5 minutos antes de salir de casa que lo que ya se había más que reconfirmado se cancela de pronto.

- querer atender a una petición de limpieza de alguna parte de la casa (puesto que forma parte de nuestro trabajo), sin saber dónde están los utensilios. Al preguntar por ello, la familia responde con que no hace falta que lo haga en ése momento, para después de media hora o una hora encontrarse el trabajo ya hecho y malas caras en la madre bipolar... Hace falta que siga?

Después de soportar vivir con una familia así durante 60 días, ha explotado cuando la madre de la familia ha sido capaz de enfrentarse a Susie, acusándola de hablar mal de ella y su familia en su facebook. Dato importante: la madre ha espiado a Susie cuando ella se conectaba al facebook, ha conseguido su contraseña, y hoy ha cumplido su atrocidad. Y encima tiene la cara dura de enfrentarse a ella y acusarla, además de haber invadido totalmente su intimidad y haber curioseado todos los emails privados que ella se había enviado con sus amigos, enterándose no sólo de la vida privada de Susie, sinó también de la de sus amigos. Es cuando Susie ha recogido todo lo que era suyo, lo ha metido de mala manera en la maleta, y se ha largado. Nota: además, ha tenido la mala suerte de que dentro de la maleta le ha explotado una botella de champú, manchando todo...

La pobre me ha llamado desde un albergue juvenil de Frankfurt, totalmente descolocada, por suerte con todas sus pertenencias, para ponerme al corriente de la situación. Y yo me pregunto, con todo lo controlado que se supone que está el tema de las au pairs en la actualidad... Cómo puede seguir habiendo gente así por el mundo, y cómo no hay autoridades para impedir que ésta familia vuelva a contratar a una pobre chica y amargarle la existencia de éste modo? Frustración, rabia, impotencia, injusticia... Muchas son las cosas que puedo describir que siento ahora mismo, y éso que no lo he vivido en mis propias carnes.

Qué le vamos a hacer? La pobre ha tenido mala suerte, buscaremos una familia más apropiada para ella y haremos borrón y cuenta nueva. Mientras tanto yo me pregunto, hay derecho?

Visita al veterinario


Ésta es una foto de Phoebe descansando, hace cosa de un mes. En realidad no la hice yo, sinó el hermano del vecino, que es fotógrafo amateur y tiene una cámara increíble. He creado éste post para recordarme en ésos días en los que mi gata está insoportable, que fue mía y sólo mía la decisión de acoger una gatita. Y que a veces puede ser tan adorable como en ésta foto, o como cuando viene por las mañanas a mi cama, cuando estoy despierta pero todavía no me apetece levantarme, ronronea, me lía su cola entre las piernas, y se hace una bolita detrás de mis rodillas o delante de mi barriga.

miércoles, 1 de julio de 2009

Heidelberg: La Ciudad Real

Heidelberg es la ciudad donde se encuentra el barril de vino más grande del mundo, donde hay un castillo con una torre partida en dos por un rayo, donde se encuentra la primera universidad de Alemania, donde no se sufrieron las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, donde te encuentras una estatua de un Alte Affe (mono viejo) y donde puedes hacer amigos refugiándote bajo un paraguas cuando llueve.

En Heidelberg se pueden ver muchas cosas, entre ellas las más destacadas: el Schloss (castillo), el puente viejo y su puerta monumental tantas veces renovada como destruida por las inclemencias del tiempo, la Iglesia del Espíritu Santo, varias plazas con sendas fuentes o monumentos en su epicentro, la universidad (digna de ver ya que es la más antigua del país), el Grosse Fass o barril grande... Lo que no te cuentan las guías son aquellos pequeños detalles, que además también suelen perderse en la memoria de la gente al relatar su visita a los oyentes, y que son lo que más sabor aporta a tan delicioso plato. Detalles como que en cada esquina puedes oler la historia de una ciudad muy antigua, donde aún quedan resquicios de tiempos inmemoriales en los que los estudiantes eran castigados por sus comportamientos inadecuados en una cárcel habilitada para ello, donde el empedrado de las calles hace resonar en tus oídos los cascos de los caballos que ya hace mucho que no pasan por allí tirando de carruajes, donde llevan la cuenta de hasta dónde llegaba el borde del río como los niños que marcan en la pared cuánto han crecido en los últimos meses. No te hablan del olor que desprenden las piedras de sus calles y sus edificios cuando llueve, de sus residenciales casonas que brillan con luz propia de años de fastuosidad sobre nubes grises de Gewitter (tormenta eléctrica), de los ventanales espectaculares de la Iglesia del Santo Espíritu, de los 303 escalones que debes superar para llegar al siguiente nivel y que se abran ante tí las puertas del castillo. Nadie comenta ése aire de realeza que se puede respirar allá por donde vayas...







Sí, es cierto que la gente hablará del Heidelberger Schloss y su belleza, pero no te comentarán: sabías que tiene una torre que fue partida por un rayo y se conserva intacta en el mismo lugar donde cayó? Sí te contarán del río Neckar, que es un afluente del Rin, y que nace del Danubio, pero nadie te dirá: resulta que el 28 de Diciembre de 1882, día de los Inocentes, el cauce del río llegaba a los 5 metros y 70 centímetros. Todos serán capaces de recordar que en la Marktplatz hay una iglesia, y muchos serán incluso capaces de recordar su nombre, Heiliggeistkirche, pero poca gente sabrá decirte: en el interior verás unos ventanales hermosos, uno de ellos tiene una extraña referencia a E=MC², y además encontrarás una pared de los deseos, donde podrás añadir el tuyo propio.

Heidelberg tiene un encanto doble, el encanto de aquello hermoso a simple vista y monumental, y aquél encanto de las pequeñas cosas, que por suerte a día de hoy cada vez más gente sabe apreciar. Chocolaterías. Tiendas de sussigkeiten (dulces). Charcuterías a rebosar de tantos quesos que la nariz no te da para olerlos todos. Edificios en el que cada piedra puede contarte la historia de su vida. Ventanas con macetas con flores. Casas tan antiguas que sus actuales dueños no recuerdan a los primeros. Relojes de sol. Ruinas no tan ruinosas. La combinación de lo antiguo y lo moderno en completa simbiosis.